Lo que dice el cuadro pertenece exclusivamente al momento en que se mira

Pablo Di Masso
BROCAMAN
2007
70 x 100 cm
Pablo Di Masso
BROCAMAN
2007
70 x 100 cm [fuente]
pablodimasso.com.ar

Lo que dice el cuadro pertenece exclusivamente al momento en que se mira

lunes, 25 de abril de 2011 12:43
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Pablo Di Masso

Caro Augusto,

La historia de Broca, como seguramente sucede con todas las historias de la gente, tiene matices. Esta perogrullada sirve para decir que la visión que El Prístino sostenía y sostiene sobre su relación con él está plagada de fabulaciones y hechos verídicos, o hechos rescatados desde la anarquía de la memoria.

Sé a ciencia cierta, por fuentes del todo fidedignas, no como las de los periodistas avispados de los periódicos más renombrados, que Broca, cuando supo que El Prístino tenía pensado continuar con su historia, sencillamente se limitó a enviarle un mail en el que decía, con su humor habitual y su desdominio deliberado de los idiomas: “yamé de laví”.

El Prístino, obligado por su propio pasado, pero sobre todo por su propia inmunidad hacia todas las terapias, me dijo casi por lo bajini, inseguro ante sus propias ilustraciones de los años idos, que creía que mi cuadro, “Brocaman”, era un visita guiada a lo que Broca solía difundir de su propia personalidad, que siempre resultaba inapropiado para teorías absolutistas.

No me gustó que lanzara esa frase como si realmente quisiera decir algo concreto.

Me imaginé la cara de Broca leyendo la frase y su ironía suculenta y, lo confieso sin pudor, me hubiese encantado que los textos que le flashearon el cerebro en ese instante aparecieran como viñetas de cómic y quedaran fijas en el aire, por encima de su cabeza, en el salón de su casa; pequeños globos blancos con letras negras en las que se registraran de un modo instantáneo sus variadas formas de burlarse de prácticamente todo con una seriedad que lo ilumina.

Pero no era tarea mía adivinarle las viñetas. De modo que con todo lo que sé, más los blancos que he ido llenando a lo largo de muchos años, procuré en su momento dotar al cuadro sobre el hombre que merodea dentro de la complejidad protoplásmica que es Broca, de un sentido aproximado.

“Sé que hay cinco sentidos”, dijo en una ocasión Peitopheles de Nonnanita, que conocía de un modo singular a Broca, “pero yo confío más en el ‘sentido aproximado’”.

Lo recuerdo perfectamente expeliendo esa frase, comiendo un racimo de uvas, sentado en el umbral de una casa de pasillo en la calle Montevideo, entre Callao y Ovidio Lagos, en Rosario, mientras comenzaba a anochecer.

“Confiar en los sentidos”, añadió, “es una costumbre necesaria para la buenavivencia y la malavivencia, pero siempre pertenece a un momento concreto y luego adquiere valores dispares que con el tiempo configuran sensaciones completamente inesperadas. A mi modo de ver, habría que ver la confianza en los sentidos desde lo alto, en un plano cenital, como si pudieran registrarse a lo largo del tiempo y de ese modo ponerles un distintivo de veracidad. Pero es una pérdida de tiempo. De modo que es más operativo continuar con los pies en la tierra y dejarse alimentar por lo que va sucediendo como si fuera absolutamente cierto…”

Naturalmente, Broca no estaría de acuerdo con esta declaración poco científica, aunque apreciara la reflexión.

Pero vayamos al cuadro.

Más allá de la desmemoria de El Prístino y de las certezas de Broca, lo que dice el cuadro pertenece exclusivamente al momento en que se mira. Y en ese sentido, como alguna vez me atreví a decir: procuro hacer cuadros que duren, o sea, que su lectura resulte alterada, una y otra vez, por la percepción del mirador. O del mirón. Según.

Se trata de un Broca de espalda recia, hombros sólidos y mirada atenta que utiliza su música interior para crear complejas melodías con el instrumento exótico que él mismo ha creado para lidiar con varios frentes a la vez: el de la ciencia, dentro de su cerebro inteligente, privilegiado y continuamente sometido al aprendizaje; y el de su postura, más lábil, como si fuera en flor de loto, pero sobre un mueble que asegura su pertenencia a un universo con patas seguras y suelo que él mismo ha diseñado para enraizarse sin fisuras.

¿Por qué esa seguridad estatuaria pero con piernas cruzadas como si pudiera levitar?

Porque en su entorno más entrañable habitan otras formas de zambullirse en la realidad y en esa senda hay infinitas teclas que procuran conectarse desde planos muy diferentes, a veces opuestos, al de su amado método experimental.

Broca, no obstante, teclea a su modo esa máquina instrumental, metafórica, con la que se divierte al lidiar con las gentes que sobrevuelan su cientificismo, y engalana el discurso de esa misma gente, que quiere entrañablemente, con una sonrisa, a veces con una mueca inofensiva, y siempre con una frase que decora sin maldad el disparate.

Tiene brazos flexibles porque necesita moverlos con la ductilidad suficiente para ejercer de navegante de todos los mundos aunque desde su atalaya el modo de ver “¡Tierra!” es siempre uno. El que lo lleva a buen destino.

Le envié esta explicación a El Prístino, confiando en que pudiera luchar contra ese “yamé de laví”con un cariño certero.

Espero que esa tendencia a la furia que suele asaltar a El Prístino, malabrigada por una paciencia inexistente, no eche a perder el diálogo que lo reúne con Broca.

Un abrazo.

Pablo.

Muchas gracias Pablo !

Pablo Di Masso
BROCAMAN
2007
70 x 100 cm

  1. Pablo Di Masso
    BROCAMAN
    2007
    70 x 100 cm: pablodimasso.com.ar

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