No, la opinión de Freud no importaba en absoluto

Pablo Di Masso
"CAFISHO"
82 x 55 cm
Tinta sobre papel
Año 2010
Pablo Di Masso
"CAFISHO"
82 x 55 cm
Tinta sobre papel
Año 2010
pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/4

No, la opinión de Freud no importaba en absoluto

sábado, 16 de abril de 2011 12:45
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Pablo Di Masso

Caro Augusto,

Fue, precisamente, un día 15 de abril, cuando nació el pequeño Kosta, juguetito de carne, de boina de lana, mirada feliz, entre el pezón de la madre y la emoción incontenible del padre, cuando finalmente Broca contó el secreto.

La imagen del prodigio del recién nacido, pequeño y con todos los sueños por delante, limpio de cualquier pasado ajeno, digan lo que digan algunas religiones, incluso laicas, seguramente fue como un signo en el hilo experimental para ese militante de la investigación genética que siempre fue Broca. Y que sigue siendo.

En su momento, Analógica y yo hablamos largo y tendido sobre el curso de las vidas que suelen llevar los hermanos y del modo en que el avatar, en primera dimensión, había alentado bifurcaciones impensables durante la niñez y la adolescencia.

El tema es que Broca, entre sus lecturas de biología, sus escapadas a la laguna del Saladillo, sus andanzas solitarias, su amor por todos los animales, su colección de bichos y ratones, su responsabilidad empecinada, su conducta de diseño firme, su manera de criarse a sí mismo entre idas y venidas desde la casa materna, las pensiones, los pequeños exilios estudiantiles, consiguió para él y para quienes pudieran acercarse, una biografía discreta y sólida.

Cuenta Doña Venancia que en una ocasión en la que el matón del barrio persiguió a sus hermanos mayores en las proximidades de la casa de la abuela, Broca salió a la calle blandiendo un látigo de carretero y azotó al tipo hasta hacerlo huir. Y en esa época tal vez tenía seis años y el ahuyentado trece o catorce.

Borges seguramente hubiera escrito algo sesudo e inolvidable sobre aquel episodio de malevajes de locos bajitos.

El asunto es que luego sucedieron cosas que convirtieron la diferencia de edad de los hermanos en un síntoma de dispersión. La diferencia de edad y las personalidades divergentes, o convergentes de a ratos, o desguarnecidas frente a los dolores precoces y las pérdidas inmoralmente tempranas.

Sin embargo, todos los tropezones a que se vio sometida la familia no fueron suficientes para derrotar un sarcástico sentido del humor con el que todos se enredaban en el cuerpo a cuerpo, una especie de diálogo absurdo que hacía reír a la madre viuda y los primos más cercanos, atrapados todos en esa jaula de comentarios jocosos, asociaciones libres e ironía fluida.

No, la opinión de Freud no importaba en absoluto. Y por lo que yo sé… sigue sin importar.

El secreto de Broca, contra ese fresco del pasado, necesariamente incompleto, estalló en la memoria del Prístino, uno de los hermanos, como un flash revelador.

En ese maremoto sin piedad que suele producirse ante un nacimiento feliz, cuando todas las alegrías chocan contra el enorme graffiti de lo que uno es, o en lo que uno se ha convertido, frente al diseño entrañable y sin mácula del bebé de glotonería inédita; en ese laberinto tan repetido y tan conmovedor, me encontré pensando en Broca y en el Prístino y me dije, casi sin mediar palabra, que si Broca era el tipo con el que se podía contar en las situaciones más complicadas, el organizador eficaz, el tótem que señala la encrucijada de todas esas sendas que se bifurcan, entonces el Prístino era como un Cafisho.

Un cafisho y no un cafisio como lo escribía con propiedad Saer, o, en todo caso, un cafisio pronunciado a lo barrio bajo, con saliva en las comisuras de los labios.

El cafisho, me dije, ilustrando al tipo que a mi modo de ver habitaba parcialmente dentro del Prístino, era un tipo que siempre había vivido del sexo. Un macarra de querusa. Sin castigar a las muñecas de piel desnuda, sin pedirles una moneda, aunque alimentándose de ellas como un caníbal vegetariano, algo así como si fuera el inventor obligado de una cierta prostitución literaria.

Ellas le daban de comer, pero él, el Prístino, no las veía como objetos de alquiler en callejones siniestros, sino como divas de un mundo luminoso en el que conseguían hacerse una vida gracias a la maravilla de la piel joven y la anatomía perfecta. Y de algún modo, en todas sus épocas de vínculo cotidiano, pertenecían, él y ellas, a una suerte de hermandad sin nombre. Una tribu marginal y de fabulación insistente.

Dentro de esa suerte de militancia poliédrica, entre la ficción y la realidad, como siempre, el Prístino era para sí mismo como el muñeco que ensombrece la figura del ventrílocuo.

Y cuando hablaba con Broca experimentaba la sensación de que el secreto de Broca era discernir sin dudas entre las dos figuras del espectáculo.

Quizá por esa razón el equilibrio del cafisho, sobre una chaise-longue imposible, de sólo dos patas, es precario, como si su figura no pudiera sostenerse más que con un ejercicio de concentración que no le permitiera estar nunca relajado ni ser del todo feliz en su reposo de colores.

Es posible, o deseable, que uno quiera ser siempre un recién nacido entusiasmado con todo el cuerpo ante la sencillez de la teta que mama y no un conglomerado de vidas, la propia y las ajenas, reunidas como un caleidoscopio en la memoria.

Broca seguramente diría que el Prístino es “un aparato”.

Y tendría razón, aunque ocupado en conservar el equilibrio de la chaise-longue, el cafisho dejaría para otro momento la zambullida en los orígenes de esa frase y, con su prudencia entrañable, Broca tendría listo un buen juego de palabras para amenizar el cuento común.

Este trabalenguas es lo que alucina en el dibujo. Aunque parezca mentira. O mejor todavía, sea mentira.

Un abrazo.

Pablo.

Muchas gracias Pablo !

Un macarra de querusa decís y me trae al recuerdo de Elba Berón que en unos de sus tangos reos grabados dice:, "De querusa la merluza y de Isolina la Corvina". Tal vez Prístino haya sido una suerte de adelantado, inspirado en los macrós que señalara Roberto Arlt en sus Locos de 1929 y antecesor de CEOs de organizaciones preparadas para atender a Gobernadores recibidos en Harvard ex jefes de la SEC, Golfistas con el número 1, Futbolistas también número 1 (no el actual), actores de TV de DLR 2M por capítulo, y otros aficionados al juego de las Grandes Ligas. La profesión tiene su misterioso encanto y alguna comedia musical ha tratado el tema con éxito. Ya en 1934 Cole Porter escribía "Anything Goes" y tan actual es que Sutton Foster y Joel Grey la acaban de reestrenar en Broadway anythinggoesonbroadway.com. Hay otras y se vienen más. No todas son rosas, sin embargo, y alguno tuvo su final incómodo como el "cafiolo vidalita" que citara Don Carlos en "El Ciruja" (Como con bronca y junando...)

Pablo Di Masso
"CAFISHO"
82 x 55 cm
Tinta sobre papel
Año 2010

  1. Pablo Di Masso
    "CAFISHO"
    82 x 55 cm
    Tinta sobre papel
    Año 2010: pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/4

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