Cuando Mario Llegó a España

Pablo Di Masso
ENTRE AMANTES
2011
Pablo Di Masso
ENTRE AMANTES
2011
pablodimasso.com.ar

Cuando Mario Llegó a España

viernes, 16 de septiembre de 2011 20:21
"Entre amantes"

Pablo Di Masso

Caro Augusto,

Cuando Mario llegó a España, en aquella década desmembrada de los 70, consiguió que le encargaron un artículo de prueba para una revista erótica de las que abundaban tras el tránsito cavernícola y de moral hedionda del franquismo.

Escribió “El orgasmo sin sosiego”.

Era la historia de un tipógrafo exiliado que había soñado con Victoria Abril en “La muchacha de las bragas de oro”.

En ese film, la excelente actriz española, muy joven, lasciva, de piel inmaculada y cuerpo rotundo, batalla, con éxito, contra, o mejor: a favor, de un veterano Lautaro Murúa.

El cuento formaba parte de la propia experiencia del relator.

-Mirá –me dijo Mario una tarde, mientras esperábamos que abrieran la sala del cine de barrio-, es como si las películas me vivieran a mí. Siempre fue de ese modo. No puedo hacer nada para evitarlo. Buscan una grieta en algún desajuste de mi deseo y allí entran con una idea, un trozo de música, un arrebato físico, lo que sea. A veces, y mientras esa intromisión involuntaria no es sustituida por la siguiente, forma parte orgánica de lo que yo llamaría mi música esencial.

-¿Tu música esencial? –le pregunté, repitiendo su frase como en algunas comedias de guión flojo.

-Me doy cuenta de que es una suerte de música porque cada añadido armoniza con todo lo que ha ido llegando antes. No hay disonancias. No sé cómo nombrarlo, pero es como una larguísima sinfonía siempre inconclusa a la que decenas y decenas de músicos con mayor o menor talento añaden trozos desde una clandestinidad obligada.

-Contame lo del orgasmo sin sosiego –le pedí, para que no sucumbiera a las asociaciones libres.

-Bueno, vi a Victoria Abril en ese film y por alguna razón me dejó muy conmovido. Era como la representación de todas las ninfas atrevidas y bellísimas que uno va edificando como un parámetro personal del amor. Del amor y del sexo.

Se detuvo un momento como si recordara las sensaciones que le habían llevado a escribir el relato, o el cuento, o el artículo, lo que fuera.

-Llegué a casa sin volver a pensar en ella. Hay un arcón de las pasiones imaginarias, y más que imposibles, donde uno va acumulando frustraciones de gran impacto inmediato, pero que se van desvaneciendo por obra y gracia de la necesidad de ser modesto.

-¿Sexo y modestia?

-No, modestia a la hora de darse cuenta de que hay pasiones que funcionan solamente como un disparo, pero en cuanto dejamos de oir el sonido... desaparecen. Es el precio de la civilización.

“En fin, esa noche soñé con Victoria. Yo estaba fumando un cigarrillo en un jardín descuidado lleno de estatuas viejas, sentado en un banco de mármol y mirándome en un espejo grande y barroco, abandonado entre unos malvones, y al que le faltaba un buen azogado.

“Me veía de a trozos, en reflejos sucios salpicados de manchones ocres. Entonces la vi venir. En el sueño me pareció muy natural y, a la vez, sabía que yo era un personaje que me miraba a mí mismo.

Encendió un cigarrillo entrampado en su concentración. Lanzó el humo con displicencia. Me dije que era como una bruma entre el personaje de su sueño, él mismo, y el espejo despellejado.

-Un segundo después estábamos en una cama haciendo el amor. Mi personaje gozaba con todo el cuerpo, pero yo, que también estaba allí, temía que en cualquier momento aquello se interrumpiera y no fuera más que un sueño. Pero no. No hubo despertar. Hubo un largo y entusiasmante nudo sexual que me pareció interminable, seguramente por la presencia de la vigilia al otro lado de su piel; de pronto, ella se arqueó, se mordió los labios, estiró los brazos por encima de su cabeza y la sesión culminó con éxito.

“Siento decirlo así, pero cuando uno vence en el sueño es un éxito. Su placer en mi orgasmo fue un triunfo. Y entonces, con el correr de los días, sucedieron dos cosas. Una, dejé de pensar en Victoria Abril como una mujer apetecible. Suena machista, pero es cierto. Se había llevado mi pasión por ella permitiéndome un estallido juntos. Y dos, me puso en el camino de un orgasmo imposible.

-¿Se trata de otro cuento? “El orgasmo imposible”.

-No, aunque tomo nota. Me han encargado otro relato. Dicen que lo que les llevo es muy personal y el editor opina que esa falta de pudor se lee en cada adjetivo.

-¿Qué pasa con los sustantivos? –pregunté, como para defender las oraciones.

-No sé si el editor sabe qué son –bromeó Mario-. Se limitó a los adjetivos.

-¿Por qué “sin sosiego”?

-Ese es el drama. Desde esa ocasión en la que Victoria y yo conseguimos la cópula perfecta, estoy buscando algo semejante en otras mujeres. No es justo para ellas, lo sé. Pero todos tenemos secretos en el cuerpo a cuerpo.

Recuerdo que Peitopheles de Nonnanita dijo en una ocasión que “la piel es un mapa al que solo se puede recorrer de a trozos pero conservando una visión total, como a vuelo de pájaro.

“Como si Jim de la Selva inventariara cada arbusto, cada sabana, cada monte y cascada y lo cartografiara todo mientras se defendía arma en mano contra los malos de la película...

“Uno avanza lentamente en el cuerpo nuevo y lleva consigo todos los paisajes anteriores. Es inevitable. Es bueno. Sirve para que la última expedición sea más hermosa que las anteriores...

“Y ese merodeo, cada vez más experto, repleto de pasado y memoria, sucede mientras la carne está en plena acción... Si hay un milagro... es ése...”

Mario era habitado por un punto de inflexión en el que cada aventura sexual se encontraba con un orgasmo sin sosiego porque no tenía la matriz suculenta del vivido con la chica de Abril.

Me pareció que, en ese sentido, era una “Tumba sin sosiego”. Pero esta no es más que una disgresión mía de muchos años después.

En realidad el cuadro debería llamarse “Mario”, pero me pareció que tenía que darle un destino a su búsqueda infinita, y un sosiego a los disparos de su pasión, y para ello lo dejé solo, aunque persiste en su búsqueda infinita... “entre amantes”.

Un abrazo,

Pablo.

Muchas gracias Pablo !

Pablo Di Masso
ENTRE AMANTES
2011 Victoria Abril, La Muchacha de las bragas de oro. Lautaro Murúa (1926-1995)

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  2. Victoria Abril, La Muchacha de las bragas de oro.: elojoinfinito.blogspot.com/200 ... gas-de-oro.html
  3. Lautaro Murúa (1926-1995): ciclodecineelespejo.blogspot.c ... -1926-1995.html

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