iReapareció Mientras Pintaba esa Especie de Saltimbanqui de Guitarra Enletrada

Pablo Di Masso
IRUYA
2011
36 x 51cm
Pablo Di Masso
IRUYA
2011
36 x 51cm
pablodimasso.com.ar

iReapareció Mientras Pintaba esa Especie de Saltimbanqui de Guitarra Enletrada

jueves, 29 de septiembre de 2011 09:12
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Pablo Di Masso

Caro Augusto,

Iruya tiene mucho que ver con una especie de reportaje a Rocco Sartó que, en su momento, apareció publicado en un fanzine de escasa distribución y firmado por un tal Vonyovani.

El cuadro surgió de la recuperación inesperada de ese texto y del efecto que provocó en mí. Antes, no obstante, había servido, también, para dar vida a un relato: “La letra infinita”.

A lo nuestro. He aquí aquel reportaje extravagante que se tituló “Caracolas en invierno”.

Vonyovani escribió:

“La península era recorrida por un feroz temporal que, sin embargo, no tenía el menor efecto sobre Rocco Sartó.

“En realidad, el escritor clandestino, legendario en su ámbito local (como podían serlo en una geografía algo más extensa, y de mayor enjundia, Salinger, Traven o Pynchon) por su gran capacidad para no trascender a las grandes masas, se pasaba las horas detrás del ventanal, cerrado al mar, buscando frases con las que llenarse los bolsillos del chaleco de lana que había heredado del Polaco”.

En un pie de página, Vonyovani explicaba que el Polaco era un exiliado de gran formación política, pragmatismo feroz y una tendencia incontenible a la provocación. De modo que era un buen conversador, inteligente, mejor polemista y gran amigo de sus amigos.

Sigue Vonyovani:

“En cierta ocasión Sartó había presentado un libro disparatado a un editor con alma. Se dice que era el último de su especie. Me refiero al editor.

“El libro era un ejemplar único, de confección artesanal, con doce cuentos y una particularidad.

“De los cuentos mejor no hablar, siempre es mejor leerlos.

“En cuanto a la particularidad… se trataba de una consecuencia bastante lógica de lo que en repetidas oportunidades el amigo Sartó definió como ‘la memoria retrete’, frase tan repetida que, ante ella, sus amigos organizan concursos de muecas, todas ellas despectivas.

-Es lo que sucede con el periodista que soy –aclaró Rocco-. Durante unas semanas, mientras preparo el tema de un reportaje me convierto en un experto en drogas, prostitución, músicos callejeros, curas sexópatas, políticos corruptos, estrellas del porno… lo que sea. Y cuando el tema ha sido publicado, se excreta solo de mi memoria y desaparece. En unas semanas no me queda el menor resabio de él. Se fue por el retrete.

“Pero, y en esta ocasión el pero hubiese obtenido expresiones de albricias, la particularidad consistía, precisamente, en que una vez finalizado cada cuento, las letras de las palabras de los párrafos de todo el texto caían como hojas otoñales, sin perder su identidad, para acumularse en un canalón que a tal efecto el libro poseía en su base. “El canalón del sur”, según la descripción de Sartó.

“Pues bien, como ya se sabe, cuando la gente lee lleva una doble vida. Por una parte recoge lo que ha inventado, o plagiado, el autor; y, por la otra, organiza su propia aventura gracias a ese mecanismo tan comprometedor bautizado como ‘asociación libre de ideas’ y que en la mayoría de las ocasiones trabaja por su cuenta; es decir, con independencia del sujeto.

“Las letras de las palabras de los párrafos de todo el texto del cuento ya leído, que habían lloviznado lentamente sobre el canalón del sur, también llamado en la jerga de los shamanes, “canal del renacimiento”, esas letras, explicábamos, se volvían a reunir según un proceso poco comprensible para el humano corriente pero que obedecía precisamente a las asociaciones libres, o esclavas, del sujeto lector, para conformar así una nueva historia según la vorágine puntual que se arremolina en el cráneo, o donde sea, cuando se lee.

“De modo que al acabar el libro, el sujeto lector podía volver a empezarlo y se encontraba entonces, a medias atónito, a medias empecinado, con sus propias elucubraciones conformando historias que jamás hubiese podido estructurar él mismo… voluntariamente.

“Este prodigioso invento que en cierta ocasión Rocco Sartó explicó a Corto Maltés frente a la Fenice, en Venecia, procedía de un cuento de la infancia, “La moneda volvedora”, leído hasta la saciedad en la vereda del pasaje Manuel García, en horas de la siesta”.

En otra nota a pie de página, Vonyovani explicaba que se trataba de una moneda que siempre regresaba al bolsillo de un chico, de modo que podía comprar siempre lo que le apeteciera aun cuando, en un principio, decepcionado, le había parecido un regalo precario.

Sigue el texto:

“Ese libro artesanal y mágico no fue aceptado por el editor con alma debido, y se pueden citar textualmente sus palabras, ‘al hecho incontrovertible, amigo mío, de que semejante artilugio acabaría para siempre con la industria editorial… ya que cada sujeto lector sólo tendría que comprar un solo ejemplar del libro y a partir de ese punto él mismo leeríaad infinitum las historias que surgieran de su propio tesoro cerebral, tuviera el valor que tuviera…’

“Así las cosas, Rocco Sartó entregó al Corto el único ejemplar y se despidió de ambos como quien dice adiós a un episodio irrecuperable de la vida, de la vida propia, de la de cada cual.

- ¿Qué harás ahora? –quiso saber el Corto.

- Le escribiré a un amigo, un amigo rosarino, porque necesito que él sepa lo ocurrido. Es mi gestor de pérdidas y derrotas. Una carta con el corazón herido.

-El corazón –farfulló el Corto encendiendo un cigarrillo y esquivando el humor que apuntaba a sus ojos perspicaces-… ese pobre músculo pluriempleado”.

El fanzine surgió en mi memoria en un bar de Iruya y reapareció mucho después mientras pintaba a esa especie de saltimbanqui de guitarra enletrada como si fuera, en efecto, una variante de “El canalón del sur”.

Un abrazo,

Pablo.

Muchas gracias Pablo !

Pablo Di Masso
IRUYA
2011
36 x 51cm

  1. Pablo Di Masso
    IRUYA
    2011
    36 x 51cm: pablodimasso.com.ar

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