Pablo Di Masso
MIKE UNO
2010
TINTA SOBRE PAPEL
29,5 x 42 cm
pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/10
Mike Apareció Detrás de una Jovencísima Profesora de Inglés en la Secundaria
viernes, 25 de marzo de 2011 05:48
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Pablo Di Masso |
Caro Augusto,
Me agarrás con la espiroqueta saltimbanqui después del 24 de marzo porque además de todo lo que llueve sobre los momentos históricos que se han resuelto sin toda la justicia, para mí, y espero que para muchos, sin memoria no hay futuro.
Mike apareció detrás de una jovencísima profesora de inglés en la secundaria, tan cerca de ella que parecía que iba a abrazarla desde atrás como en las películas suecas de aquellos tiempos. Pero no pensaba con la cabeza de Adorado John, se limitó a quedarse allí, en ese primer día de clase, a un centímetro de ella, inmóvil, mientras todos los demás, que no lo conocíamos, tampoco a la teacher, mirábamos la escena entre sonrientes y asombrados.
Cuando ella se dio cuenta, se apartó y sin que se le moviera un pelo le dijo en inglés que podía pasar y sentarse. Llevaba un traje negro con una bocamanga, aquí, botamanga, allá, de 35 cm que flameaba como un banderín a ras del suelo. Un banderín de paz.
Fuimos amigos desde ese día.
Era un tipo peculiar y fue así hasta el final. Muy inteligente, muy informado, lector y militante en multitud de causas desde un periscopio personal, como un francotirador que su propia inercia independentista le hacía pasar entre las balas.
Tomábamos café con leche en la casa de su abuela, en Arroyito, veíamos a Briski por televisión, y nos quedábamos charlando hasta entrada la madrugada en una especie de comedor-garage lleno de cosas.
Con mi hermano Gueri, además de todos estos momentos, también jugaban al fútbol. Los dos centralistas a muerte.
Con el tiempo, como suele suceder con la vida, que en esto no perdona, llegaron los 70, los caminos diferentes, las opciones encontradas, el terror. Sin embargo, siempre nos veíamos en una fraternidad difícil de explicar. Estábamos siamesizados. Salimos con chicas que se hicieron amigas y con otras que no lo fueron. Compartimos alguna noche temerosa en mi altillo de pensión, dos parejas tomando mate hasta muy entrada la mañana del día siguiente con la sensación de que el día alejaba a los monstruos, algo que se demostró con todo el espanto posible que no era así, que los monstruos no respetan el sol y mucho menos la vida. Son los descuartizadores de siempre, impunes globales porque nuestra gloriosa democracia no alcanza para enjaularlos o cuando lo hace, si lo hace, lo hace tarde. O no lo hace nunca porque así las transiciones son modélicas. Es una buena definición de la derrota.
Alguna vez, en otro cuadro, son muchos los que están habitados por Mike, creo que expliqué que era cantante de coro, de grupo folklórico, actor de teatro, de cine, infatigable caminador de la ciudad, haciendo posta en multitud de bares, fumando comedidamente arrancando la mitad del filtro a los puchos, bebiendo demasiado y emocionándose en las fiestas de cumpleaños o en los encuentros nostálgicos, sobre todo cuando volvimos a vernos con frecuencia después del 83.
Tenía mucho éxito con las mujeres, tiene dos hijos y una larga historia de angustias feroces que había aprendido a manejar, mal, como si estuviera colgado de un inmenso péndulo que irremisiblemente iba desde el síndrome vertiginoso hasta la alegría casi infantil de un encuentro inesperado, de un cariño añejo que vuelve a brillar cada vez que la chispa coincide, de una mujer nueva a la que abrazarse y con la que acabar con ferocidad. Una y otra vez.
No me gusta mucho hablar de finales, de modo que en este caso lo dibujé como si estuviera retorcido, aunque luminoso, sobre sí mismo, con el pájaro que lo habitaba imposibilitado de volar por sus neuras de rosarino quieto, movedizo solamente con su ritmo, su tempo, sus encantos y sus cepos.
Mira con una cierta atención sorprendida, como si no entendiera muy bien por qué no era capaz de salir de ese brete neurótico que se había ido creando década a década como un santuario en el que sobrevivir al mundo, del lado de afuera, y a sí mismo del lado de adentro.
Y lo corto aquí porque a esta altura de la ola, o del tsunami, la memoria duele, aunque sin ella no hay futuro que valga.
Un abrazo.
Pablo.
Muchas gracias Pablo !
- Pablo Di Masso
MIKE UNO
2010
TINTA SOBRE PAPEL
29,5 x 42 cm: pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/10