Caro Augusto,

supongo que el pájaro está lo suficientmente distraído oficiando de conciencia, con total impunidad y, tal como está el paisaje, empeñado en una suerte de misión imposible de tal magnitud que, sinceramente, no creo que perciba que ha cambiado de escaparate.

Cuando lo haga, seguramente sentirá un alivio enorme echando un vistazo a su alrededor y comprendiendo el abrigo de optimismo que ofrece ese creciente batallón de hacedores de cosas que te rodea. Bailarinas y bailarines, actores y actrices, gente con ganas y gente con más ganas. De modo que en ese momento, el pájaro, suficientemente alienado por su cometido de hacer de filtro honesto en un tamiz de corruptos, miserables y demás vampiros de sonrisa impúdica, te agradecerá que le hayas conseguido un rincón donde capturar nuevas energías y respirar con una libertad de colores y notas y movimientos solidarios.

Si extiende las alas no es ciencia ficción, ni siquiera una feliz alucinación mínima, sino un breve gesto de complacencia y agradecimiento. Un abrazo. Pablo.