Caro Augusto,

Creo que lo soñé, pero a la vista de lo sucedido, y tendiendo, aunque no es la época adecuada, a la decencia en el relato, aunque el relato a veces sea fabulado, el Polacopop se quejó seriamente de mí. No sé si aceptar sus argumentos, porque lo explicó una sola vez, como los duros del cine de acción, ya sabes... "escuchame con atención porque no te lo voy a repetir".

Y siguiendo con las referencias cinematográficas, siempre dentro del sueño, creo, y después de escuchar lo que tenía que recriminarme, pensé "mi pasado me condena", como si fuera una novedad que me atañe solamente a mí. Menuda soberbia... onírica.

En fin, que me dijo "quiero ser en colores. Ya está bien de llaga y fotogramas en blanco y negro. Vos ya sabés qué hiciste con tu vida, pero ésta es la mía y la quiero exhibir con alegría..."

¿Qué podía contestarle?

Aun suponiendo que tuviera el control de mis sueños, y más todavía: de un diálogo razonable en un paraje tan surrealista, el tipo tenía su personalidad adquirida, huérfana del padre que anidaba en la punta de los fibrones, y para siempre habitado por sí mismo. O como diría, en una broma repetida, el encantador cuentista rosarino Peitopheles de Nonnanita... "está habitado por sigo sismo".

Cuando me desperté, lo cierto es que no sabía cuál de los dibujos era el que se había rebelado, y revelado, contra su ser en sigo sismo y me echaba en cara su disposición a vivir fuera de mi tendencia gótica de su nacimiento, y realizarse, como fuera y donde fuera, en un lucimiento más bien pop. De modo que consideré que el sueño y el reclamo pertenecían más bien a uno de esos trozos del inconsciente que, creo habértelo comentado alguna vez, mi psiquiatra me dijo que si podía trocearlo aún más, a mi inconsciente quiero decir, y venderlo, podría convertirme en una especie de dealer de alucinógenos.

Y me olvidé de todo el asunto porque tuve que escribir, casi sin tiempo, dos artículos urgentes. Uno sobre una meretriz sabia y complaciente, guerrera e inolvidable, que comenzaba con la siguiente frase, en español, claro: "Pon tu firma en mi braga"; y otro, quizá pretencioso, y decididamente anticlerical, que se llamó... "Cariño, descásate conmigo".

Bien. Fue así como el Polaco en Blanco y Negro inicial se perdió en ese pasado que me condena, y a veces me salva. Hasta que apareció en la pantalla, antes en mi web y ahora en la tuya, completamente colorido.

No tengo ni idea de cómo lo hizo, y tampoco importa a la vista de su señorío pop. Sin embargo, me dio que pensar. Y lo que pensé fue que felizmente hay ocasiones en que esos personajes que habitan desparramados en los fibrones, blancos, negros o de colores, se niegan a cumplir con los desencantos del hacedor. Es decir... migo mismo.

¿Por qué tienen que hacerse cargo de las derrotas y existir para siempre en un paisaje oscuro, como si fueran las víctimas de un verdugo que no sabe que lo es y que, por si fuera poco, odia esa condición despiadada?

De modo que me alegró verlo rediseñarse a su modo, creo que aceptando su concepto original... pero variándose la piel y los mensajes con múltiples colores que lo desesclavizaban de mi malaria.

Y tal como sucedió te lo cuento.

Un abrazo. Pablo.