Se convertía en un genuino sociópata o en un encantador de serpientes

SIN DULCINEA
Pablo Di Masso
SIN DULCINEA
Pablo Di Masso

Se convertía en un genuino sociópata o en un encantador de serpientes

domingo, 24 de noviembre de 2013 14:29
Re: Solicitar Permiso

Pablo Di Masso

Caro Augusto,

Teo solía decirme que a veces se le ocurrían palabras, así, sin más, como pescadas con un anzuelo que él desconocía pero que, también aseguraba, lo sorprendía desde siempre.

Cuando eso sucedía, según las ocasiones, su lugar geográfico de residencia y el nivel de ira o de coexistencia pacífica con el entorno que lo animara, se convertía en un genuino sociópata o en un encantador de serpientes. Así se definía.

"En mi faceta de encantador de serpientes, le dije al tipo que casi pisa a mi madre mientras se saltaba un semáforo en rojo, que tal vez debería reflexionar acerca de su pertenencia a la especie humana".

Cuando el tipo off especie humana, más abrumado por una insolencia que adivinó en la frase más que por su genuino significado, hizo un intento de descender del coche… Teo actuó.

"Lo agarré por las orejas y lo golpeé varias veces contra la ventanilla abierta. Tenía un pie en la calle y estaba inmovilizado. Como mi vieja cuando casi la mata", me explicó con calma, haciendo ruidos de final de agua con la bombilla.

Me estiró un mate amargo y bien cebado y lo miré como si jamás hubiera escuchado sus historias. Tenía ese don. Hablaba siempre por primera vez. O yo lo escuchaba como si jamás me hubiese relatado alguno de sus avatares.

Era un tipo raro para el resto del mundo. Aunque él me decía, de tanto en tanto, que solamente reflejaba el espíritu del mundo al que le hacía falta un azogado. Y se reía.

Entonces me imaginaba a las gentes del mundo como espejos antiguos, amarillentos, donde nadie podía verse tal cual iba creciendo porque la domesticación de la Tercera Ola, o la Cuarta, quién sabe, le habían enfurruñado la personalidad. Se iban desconociendo de a poco.

"Ya conoces la historia", se dijo un día, como si él fuera su oyente y yo un tipo que pasaba por allí. "La mujer dejó caer unos granos y al año siguiente cuando la tribu pasó por allí vio las plantas. Ya no deambularon más y se quedaron quietos. A lo mejor domesticaron lobos, no lo sé. Fue un progreso, sin duda. Pero el cazador continuo, atento a los riesgos del paisaje que innovaba o no, pero que era siempre cambiante, y hostil, se dejó ganar por una cierta desidia. Claro que empuñaba el cuchillo de piedra para defender el cultivo, pero ya no era un aventurero".

Sinceramente, no me pareció una descripción muy novedosa para dar cuenta de su carácter pendular: desde la explicación amable al degüello; pero tampoco tenía demasiadas razones para meterme en una polémica superflua.

Podía comer un guiso de pirañas o sobrevivir con yogures desnatados. Su dieta metafórica, la que fuese, solo alimentaba un irreverente afán de justicia. Su justicia, claro, como la de cada uno, sea lancero o labriego, aun cuando con frecuencia se intercambien los papeles.

Justicia era el concepto que se ocurría con mayor obstinación, tanto que lo había incorporado como un tatuaje.

Le dije que era difícil vivir de esa manera y me respondió que era consciente de ello y que por esa misma razón trataba de no salir a la calle más que lo imprescindible.

"El problema es que sigo luchando encerrado y con la luz apagada porque ese combo sigue sus andanzas aunque yo me quede quieto y aislado".

¿Qué podía decirle?

Cuando llegué a casa comencé ese Quijote al que bauticé con otro nombre. Con una ausencia.Pablo. "Sin Dulcinea". Como si echara de menos el mundo que había encerrado en el exterior.

Un abrazo,

Muchas gracias Pablo !

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