Y así quedó… porque la historia es todo un tema. ¿O no?

Pablo Di Masso
UN TEMA
2010
Tinta sobre papel
29,5 x 42 cm
Pablo Di Masso
UN TEMA
2010
Tinta sobre papel
29,5 x 42 cm
pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/10

Y así quedó… porque la historia es todo un tema. ¿O no?

sábado, 19 de marzo de 2011 12:41
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Pablo Di Masso

Caro Augusto,

Este cuadro va de una vida rota.

Se trata de Eryei.

Cuando llamó a mi puerta fue en Barcelona y en 1979. Era invierno. Abrí y allí había un tipo flaco, casi esquelético, embolsado en un sobretodo oscuro varias tallas más grande, con el rostro hundido, todo hundido, ojos apagados y una cicatriz fiera en lo alto de la nariz.

En esa época mi casa era como una ciudadela de paso para decenas de exiliados que recalaban en Barcelona camino de otros países, o haciendo una parada antes de encontrar un lugar donde reiniciar la vida.

Mi hija María, que tenía tres años, nunca sabía muy bien cuántos miembros tenía la familia y cedía su habitación con una sonrisa luminosa.

A mucha gente que pasó por mi casa le perdí la pista, otras jamás volvieron a dar señales de ningún tipo y a algunas me las crucé sin reconocerlas, muchos años más tarde, y me recordaron que había estado en el piso de la calle Londres.

Pero el caso de Eryei fue diferente. Acababa de salir de la cárcel después de dos años preso, opcionado por el poder ejecutivo, y antes había sido secuestrado y torturado salvajemente durante seis meses. De modo que ese aspecto lamentable era, en realidad, el que había conseguido recuperar tras su desaparición y tormentos, a lo largo de su periodo carcelario como persona “legalizada”.

Yo, por entonces, había dejado de fumar y de beber, pero con Eryei nos sentamos todas las tardes a charlar en el salón de mi casa, mientras mi mujer trabajaba y María estaba en el parvulario, nos bebíamos una botella de cognac tolerable, brandi en España, Magno, y fumábamos como si el humo fuera lo menos peligroso del mundo comparado con la historia de Eryei y mis propios fantasmas.

En esa época yo escribía novelas de bolsillo por encargo y cuando llegó el verano y nos fuimos a una casa que nos prestaron, le propuse que escribiera un libro con su historia. Lo hizo y fue publicado. Y traducido al alemán. Y publicado. Pero ese es otro relato.

Eryei vivió ocho meses en mi casa y luego deambuló por varios pisos, entre ellos un ático que le pagó una dama de la alta burguesía barcelonesa, encantadora y solidaria. Y rica. Fue allí donde Eryei, ensimismado e introvertido, con momentos de algarabía como si recordara que alguna vez había degustado algún tipo de felicidad, llegó al límite e hizo un intento de suicidio.

Me acuerdo perfectamente ir a buscarlo y traerlo a mi casa. Y también lo que le dije: “Mirá loco, si hay alguien que parece tener todos los números para matarse… ése sos vos. Pero solamente te pido que no lo hagas en mi casa.”

Como tanta gente que llegó a una Europa diferente a la que hoy trastabilla fiero hacia la insolidaridad global, algunas personas tenían una especie de madrina voluntaria adjudicada por la Cruz Roja. Esa gente solía enviar desde Suiza algunos paquetes con ropa usada y limpia para Eryei. De modo que cuando se reponía de su intento de boletearse, él, que había sobrevivido a la tortura durante seis meses sin delatar a nadie, por lo que esos nadies pudieron escapar, y a la cárcel de la dictadura, llamé a Suiza para preguntarle a su madrina si era posible que fuera un tiempo allí, un país organizado, sin dramas económicos y donde tal vez se abriera un pequeño oasis en la malaria generalizada que destruía a mi amigo.

Me dijeron que sí y Eryei partió hacia Zürich.

Un mes después se había enamorado de una suiza genial y me pedía que levantara su piso, el ático del intento de suicidio, que él pasaría a buscarnos en una camioneta Volkswagen para recuperar algunas cosas y llevarnos a su casamiento.

Fuimos a Suiza, lo vimos feliz y exultante, fui testigo de su casamiento, nos quedamos una semana y regresamos en tren.

Como diría Peitopheles de Nonnanita, se había producido “un milagro laico”.

Después las cosas cambiaron mucho. Eryei se separó, se quedó en Zürich, y lo visité durante un fin de año en el que su mujer, que no se divorciaba para que él obtuviera la ciudadanía, nos invitó a su casa para pasar las fiestas.

Una tarde fui a visitarlo y tuvimos una discusión acerca de la vida que hacía y la que él pretendía y yo regresé a Barcelona con la sensación de que todo lo que le había sucedido había dejado una llaga imposible de curar, como una lastimadura dolorosa que sólo desaparecía por períodos gracias a algún ungüento existencial para regresar después con más furia y desesperación.

Unos días después recibí una carta de Eryei en la que me decía, entre otras frases durísimas, que lo había traicionado y algunos párrafos tan violentos que no pude situarlos en todos aquellos avatares que habíamos compartido.

De modo que le devolví la carta con una pequeña nota en la que le decía que se había equivocado de destinatario.

Nunca más supe de él.

El día en que estaba pintando el cuadro que ahora se corresponde con esta historia, mi hermano Gueri preguntó porque sí, sin venir a cuento… “¿Qué será de la vida de Eryei? Ese sí que es tema para un tango”.

Y, como para eludir la tristeza, repetimos algunos versos de tango que se ajustarían a la andadura del amigo extraviado, desde “volver” y “me acobardó la soledad” hasta “la semana sobra cuando no hay pasiones” pasando, naturalmente, por “que el mundo fue y será una porquería”…

De modo que cuando terminé el dibujo dudé entre bautizarlo “Eryei”, “Tango” o… “Un tema”.

Y así quedó… porque la historia es todo un tema. ¿O no?

Va un abrazo.

Pablo.

Muchas gracias Pablo

Pablo Di Masso
UN TEMA
2010
Tinta sobre papel
29,5 x 42 cm

  1. Pablo Di Masso
    UN TEMA
    2010
    Tinta sobre papel
    29,5 x 42 cm: pablodimasso.com.ar/Obras/(p)/10

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