Caro Augusto,

Mi amigo Lija fue el que me pidió que alguna vez hiciera un guitarrista zurdo. En aquel momento manejaba su furgoneta cerca de "El 22", un boliche donde solíamos comer de tanto en tanto con Groba y otros amigos.

No añadió mucho más y condujo en silencio pero yo me pregunté por qué no se me había ocurrido dibujarlo mucho antes y de allí, trepando por Soler, casi cruzando Juan B. Justo, recordé un paseo en moto, desde Llanars hasta La Roca, en Catalunya, muchos años atrás y mi distracción durante el camino de regreso, lo que me llevó a estar durante algunas horas algo perdido en el Pirineo.

Llegué hasta un granero que pensé abandonado y cuando detuve la moto para echarle un vistazo leí, grabadas sobre una madera sobre la puerta desvencijada, una frase escrita de un modo críptico. Solamente desentrañé, con seguridad, tres palabras que se achicaban de derecha a izquierda como si el escriba estuviera perdiendo las ganas: "tango", "templarios" y "Patagonia".

No me hubiese sorprendido si aquella pérdida de rumbo por caminos estrechos, casi de cabras, en la montaña, hubiese sucedido en la Argentina. Pero allí, en plena Catalunya profunda, me resultó algo más que curioso.

Me quité los guantes y recorrí las incisiones de las letras con la yema de los dedos. Era absurdo, pero necesitaba tomar contacto, como si pudiera decodificarlo todo mediante una especie de braille para iniciados.

Yo no era un iniciado, que quede claro, de modo que rescaté esas únicas tres palabras.

Años después tuve la ocasión de leer, mientras escuchaba tangos en la casa de Lija, ya en Buenos Aires, un artículo sobre la fuga de los caballeros templarios, atesorando el cáliz sagrado, hacia tierras patagónicas, huyendo de la persecución papal, y recalando en el golfo de San Matías. Eso sucedía mil años atrás.

Peitopheles de Nonnanita aseguró en cierta ocasión que "algunos enjambres de letras suelen ser poemas desordenados a los que todavía no les ha llegado el momento de identificarse".

Lija detuvo la furgoneta delante de su casa y yo interrumpí mi serie de asociaciones libres, aunque algo domesticadas por la memoria y la fabulación espontánea.

-Vamos a tomar unos mates -dijo.

En ese momento fue cuando nació "Tanguria".